Hace unos años, leí un libro que se llamaba "Limbo", no recuerdo el autor. Era la historia de un médico que vivía en una lejana isla del Pacífico y que, luego de una catástrofe nuclear, decidía volver al Norte, al viejo primer mundo.
Allí, el doctor se encontraba con una civilización posnuclear decidida a no repetir los errores de sus padres y que había optado por tomarse al pie de la letra aquella cita cristiana que sostiene que es mejor perder un ojo o una mano que pecar y quemarse en el infierno.
Por eso, los personajes de la novela se amputaban los brazos y las piernas a fin de no volver a caer en el pecado.
Si bien el libro había sido escrito a mediados de los 60 y yo lo leí a mediados de los 80, la historia parecía descabellada, pero la realidad siempre supera la ficción.
Hace unos meses, emitieron por la televisión un informe sobre las nuevas tendencias de las tribus urbanas, que se colocan anillos y apósitos bajo la piel a fin de modificar su aspecto.
Pero no todo termina con el piercing, los tatuajes o los implantes de teflón. Algunos, con su afán de destacarse, han comenzado a amputarse los dedos de los pies.
Aunque, a diferencia de los personajes de la novela "Limbo", los motivos de estos jóvenes son mucho menos elevados. No se trata de crear una civilización perfecta, sino de satisfacer el ego, de llamar la atención. Ojalá se tratara de ciencia ficción.
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Actualización: 30/10/08 La novela Limbo fue escrito por Bernard Wolfe en 1952. La edición que yo leí es la de la editorial española Ultramar
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