Dicen las viejas que escuchar las conversaciones ajenas es mala educación. Pero para un escribidor, los diálogos de los otros, en especial cuando no se dan cuenta de que los escuchamos, son tesoros, fuentes inagotables de inspiración. Las mejores, las más ricas, son aquellas charlas secretas, susurradas, que revelan las más insospechadas historias.

En una entrevista publicada en el suplemento Cultura del diario La Nación, el 7 de diciembre de 2003, Luisa Valenzuela hablaba de sus indiscretas escuchas para la redacción de uno de sus primeros libros:



"Iba a los cafés y me ponía a escuchar conversaciones. Iba pescando hilos en el aire"




El escribidor descubre al escuchar atentamente las charlas ajenas, que aún el más insignificante de los hombres, puede tener una historia que merece contarse, aunque ellos no lo sepan y debamos robársela.



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