Cuando era niño y leía las revistas Anteojito y Billiken, quedé fascinado con algunas historietas franco-belgas que se publican en sus páginas. Allí descubrí Tintín y Dany y Ponpón. También conocí a Bernard Prince y después pude leer algo de Asterix.

Desde entonces, siempre he relacionado a la BD con los paisajes soleados, de cielos muy celestes y personajes desabrigados.

Aunque cualquier lector sabe que hay mucho más en sus cuadritos, a mí siempre me remite a lugares cálidos. En mi memoria y en mi imaginación, la historieta fraco-belga es un mundo soleado, aunque lea Tintín en el Tibet.







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