Ayer, cuando volvía a casa desde Quequén, tras dejar a Juan Cruz al cuidado de mi madre, me encontré frente al Circo Orlando Orfei, que realiza la temporada en Necochea. La carpa del circo me recordó un frustrado proyecto literario.

No recuerdo qué edad tenía cuando escribí un relato o novela corta cuyo protagonista era un niño que quería ser mago. La acción de la novelita transcurría en una pequeña ciudad. En la primera escena, el pequeño protagonista iba al circo a buscar un mago que le enseñara el oficio.

Es el único libro que he escrito hasta el momento, ya que tengo varias novelas empezadas pero ninguna terminada. Sin embargo, ya no tengo el manuscrito, no sé que pasó con él. Eran algo así como 60 páginas escritas a mano.

El pequeño aprendiz de mago encontraba al final un maestro, que le regalaba una varita mágica.

Los problemas comenzaban cuando el mago del circo que estaba en la ciudad, y que también había sido discípulo de ese viejo maestro, se enteraba de que la varita que él siempre había ansiado tener, se encontraba en manos del niño.

No recuerdo cómo terminaba la historia, pero hoy me parece muy extraño haber escrito aquello. Si bien no puedo recordar lo que escribí, sin duda debe haber sido muy malo, o al menos mediocre, ya que lo envié a una editorial y nunca recibí respuesta.

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