"Del Salado al Quequén, por el Gualicho (...y a pata de caballo)" es el título del libro en el que Fermín Elizate que narra las experiencias que vivió al arrear una tropilla a través de la provincia de Buenos Aires en 1950.
El autor, que vivió en la ciudad Necochea de 1926 a 1931, reside actualmente en Junín. Pero recuerda su niñez necochense.
"Vivimos en la casa de Yelpo, que tuvo un hijo que fue arquero de Rivadavia", recordó Elizate, que también residió en la ciudad de Lobería y jugó en el equipo de Jorge Newbery Fútbol Club.
En 1950, viajó con una tropilla desde la costa del Río Salado hasta el Quequén Grande, "pasando por El Gualicho, El Chapaleofú, Rauch, El Langueyú y las Sierras de Tandil".
En aquellos años, la empresa propietaria de la estancia donde trabajaba Elizate decidió trasladarlo a Lobería y el quiso hacer el viaje a "pata de caballo".
"Eran tiempos en los que para ser ayudante de mayordomo y, previamente prácticamente escribiente, había que estar muy hecho en el ambiente del caballo", explicó el autor.
"Muy cierto es que la frontera, el país, la ganadería y las estancias argentinas se hicieron a 'pata de caballo'. También la experiencia de todos los jóvenes que canalizaron sus entusiasmos hacia las tareas del campo", agregó.
Precisamente en el campo, en días lluviosos, Elizate comenzó a escribir sus semblanzas y experiencias y dio forma a ocho libros: "Rosas rojas, cardos y otros yerbas", "Cavas de toro", "Antartos (Vientos del Sud)", "El Murcia y la Cruz del Sud", "Mayordomo en grado heroico", "Britania del Sud", "Pares de Rosas" y "La Santa Rusia".
Su último libro es la historia del traslado de la estancia Los Cerrillos, que había pertenecido a Juan Manuel de Rosas, a la antigua estancia de Lavalle Cobo.
La redacción del libro comenzó en 1980, según escribió Elizate en el segundo capítulo del volumen publicado por él mismo.
Las páginas del libro están pobladas de gauchos, parajes, cruces de arroyos, nombres de campos y de personajes antiguamente dueños de la tierra.
El mismo autor ilustra su libro con dibujos de las estancias, boliches que visitó en el arreo. Además de caballos y escenas que sólo sobreviven en el papel.
"Del Salado al Quequén" permite regresar en el tiempo a una época en que el campo todavía no había sido invadido por las máquinas y la tecnología.
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