vitraux
Héctor Melendi tiene un oficio casi olvidado y del que conservan los secretos solo unos pocos iniciados: la confección y reparación de vitraux.
Si bien hasta hace unos años el hombre era comerciante y de vitrales sólo conocía el placer que brinda su contemplación, tras su radicación en Necochea sintió curiosidad y quiso averiguar algo sobre el oficio.
Se encontró entonces con una dificultad casi infranqueable. No existen en nuestra ciudad artesanos que se dediquen a este oficio y mucho menos bibliografía al respecto.
Pero el entusiasmo de Melendi lo impulsó a seguir buscando un maestro y si bien lo encontró, en un primer momento no pudo vencer la reticencia del artesano a enseñarle las técnicas.
Finalmente, logró lo que se proponía y se transformó en aprendiz de este difícil arte, que con el paso de los años se ha convertido en patrimonio de iglesias y edificios antiguos de las grandes ciudades.
Y lo que en un principio sólo era un hobby, pronto se convirtió en una profesión, ya que Melendi comenzó a trabajar en la reparación y confección de vitraux en el taller de su maestro, en La Plata.

Aprender el oficio
A los 41 años, Melendi se siente cómodo con su nuevo oficio. Hace sólo cuatro años que se dedica a esto y si bien en Necochea no hay casi demanda, sí la hay en las grandes ciudades.
"En Necochea no me he contactado con nadie que haga esto. Una vez me dijeron que había una chica que trabajaba, pero nunca la pude conocer", explicó.
El trabajo, consiste, básicamente, en dibujar el plano, cortar los vidrios y soldar el plomo. Pero no es tan fácil de llevar a cabo como de describir.
"Es muy difícil hacer esto acá como lo hacen los maestros", dijo Melendi. Y se lamentó de que no haya interés en nuestra ciudad por este tipo de arte. Cree que se debe a los altos costos del vidrio. "Un pedazo de vidrio de 30 centímetros por 50 cuesta 70 pesos", señaló.
Por otra parte, ninguno de los elementos que se utilizan en la confección de un vitral se puede conseguir en Necochea. La mayoría son importados.

Casi una vocación
"Estoy dedicado a esto porque me gusta. Se dio que el comercio no lo tengo más, así que me dediqué a los vitraux", dijo Melendi, aunque explicó que no sabe si esta es su vocación. "Me pongo a trabajar y paso las horas. Esto me encanta".
El artesano tiene un pequeño taller en nuestra ciudad, pero la mayor parte de su actividad la desarrolla en La Plata, donde se encuentra el taller de su maestro.
Allí el trabajo se encuentra en la restauración de vitrales de iglesias y viejos edificios. "El vitraux es un arte milenario", concluye Melendi, que desea que su oficio siga vivo.
"Esto es poco común porque se han ido terminando los artesanos que se dedicaban al rubro, como los ebanistas. Lo difícil en realidad es entrar al oficio", dijo el vitralista.

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