Esta es la era de los adjetivos calificativos. El hombre, desde Adán, que dio nombre a todas las cosas, tiene la manía de calificar. Y si bien, como dice el refrán, todas las comparaciones son odiosas, no podemos evitar la comparación rápida y poco profunda, para encasillar todo de acuerdo a usos prácticos.
Por eso, cuando hace unos días, en el Britain's Got Talent (una especie de Cantando por un Sueño hecho en Inglaterra) apareció Susan Boyle, nadie dudó un segundo en calificarla como "friki".
Un artículo del diario español El País señala que "a simple vista, Susan Boyle reúne todas las características para ser calificada como una friki. Con sus 48 años, un look extravagante, muy poco agraciada y de modales grotescos, subió al plató (escenario) ante las burlas del público y las miradas desconfiadas del jurado, confesando que nunca había tenido novio y que, de hecho, ni siquiera la habían besado en toda su vida".
Pero en estos tiempos de excesos calificativos, en los que nadie dudaría en someterse a las más dolorosas modificaciones corporales a fin de no ser calificados como feos, Susan Boyle representa la realidad.
Y la realidad es que el hombre (Adán, según la leyenda) puso los nombres a todas las cosas, pero él mismo es inclasificable. Tal vez se puede comparar su color de piel con el de otros hombres, su estatura o su forma de hablar. Se lo puede encasillar por la cantidad de dinero que lleva en su bolsillo o tiene en su cuenta bancaria, incluso por su inteligencia. Pero el potencial del hombres es ilimitado y, por lo tanto, inclasificable.
Susan Boyle representa esa ilimitada capacidad humana. Cuando la semana pasada comenzó a cantar su versión de I dreamed a dream, tema de Los Miserables, el mundo se dio cuenta de que la palabra friki es sólo eso, una palabra. Hasta Demi Moore, diría unos días más tarde que lloró al escuchar a Susan.
Inmediatamente el jurado se apresuró a utilizar otros adjetivos calificativos, todos elogios. Como si el talento se pudiera medir...

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