Hace unos años compré una computadora que traía preinstalada una versión básica de la suite ofimática de Microsoft: Works.
No tardé en darme cuenta de que el formato de los textos que escribía con Works no eran compatibles con Word. El procesador guardaba por defecto en ese formato y guardar en otro era muy complicado y por lo general seguía añadiendo su propia extensión. Un verdadero infierno.

No tuve otra opción que instalar Word, bajarme una extensión y transformar todos los textos a doc.
Un problema similar se producía en la oficina en la que trabajaba, ya que la mayoría de las máquinas eran terminales Macintosh que utilizaban el viejo Word para Mac. La compatibilidad era todo un tema.
Mucha gente confía ciegamente en procesadores de texto como Word y en otros software que pertenecen a determinada compañía que posee todos los derechos sobre esos programas.
Pero, qué pasaría si mañana Microsoft decidiera sacar de circulación todos los procesadores de texto con capacidad para leer textos en formato doc. ¿O qué pasará dentro de 50 años con los documentos que hayamos escrito en nuestro querido Word 2003? ¿Podremos abrirlos, leerlos y modificarlos o habremos perdido toda la información?
¿No sería mejor guardar nuestros documentos en un formato abierto, cuya propiedad no sea de una sola compañía todo poderosa?
Este tema, en el que la mayoría de nosotros nunca se detiene a pensar, ha preocupado seriamente a gobiernos de distintos países, que han optado por dejar de guardar sus documentos en formatos propiedad de una compañía y elegido formatos abiertos.
Con el objetivo de concientizar al público sobre la importancia de este tema, el próximo miércoles 31 se celebra el Día Mundial de los Documentos Abiertos.

Link: Document Freedom Day

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