Celihueta
(Por Oscar Gollnitz, colaboración)- Segundo día de agosto de 2011. Seguramente es una fecha insignificativa para muchos. Pero es especial para Mimí, Carlos, Silvia, madre, padre y hermana, respectivamente, de Adriana Celihueta, la joven que hace casi 25 años desapareció en Necochea, su ciudad natal. Hoy Adriana cumple, para la Justicia que hasta ahora la da por desparecida, 54 años de edad. Pero para los familiares y seres queridos de Adriana, cumpliría porque, si bien en sus corazones quieren que esté viva, en sus convicciones, saben que es imposible.
Y no se basan únicamente en el dictado de sus interiores, sino que surge de la causa que descansa archivada en los Tribunales de Mar del Plata desde hace tantos años, pese a todo lo que aún resta investigar.
El último juez que intervino decidió que el expediente fuera guardado “hasta que surjan elementos novedosos que permitan su rescate para impulsar una nueva investigación”. Contradictora decisión: ¿si no existe investigación, cómo pueden surgir elementos novedosos?
No obstante, en la causa aún quedan muchos interrogantes que cualquier juez, por novato que sea, daría curso al menos para descartar posibilidades. Pero no, se prefirió pasarla a archivo.
Esta actitud sirvió para alimentar más las sospechas de la participación del poder político, del accionar policial, y de la complicidad de la Justicia para que el caso no se esclarezca. De hecho, algunos de los protagonistas que aparecen en la investigación están preparando las valijas porque se van a vivir a Europa. “No soportamos más que cada vez que aparezca el nombre Celihueta, todos nos miren”, dejaron trascender en una charla de amigos.
Mientras tanto el tiempo pasa, la Justicia sigue sin actuar, y los Celihueta aguardan que en algún momento ocurra “el milagro” que les permita encontrar algún vestigio de su hija. “Se me va la vida en esta búsqueda, pero a la Justicia impartida por seres humanos no le importa… la única tranquilidad que me queda, es que los responsables no podrán escapar a la otra justicia, a la de Tata Dios”, se convence día a día Mimí, al tiempo que sigue depositando una rosa blanca a la Virgen María, imagen en la que simboliza a su hija desaparecida.

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