(Por Miguel Grinberg*, Télam) Llega la hora de la verdad en Sudáfrica para el vapuleado Protocolo de Kyoto de la ONU, el único instrumento jurídico internacional centrado en la problemática del cambio climático y la emisión industrial de los gases de efecto invernadero que lo inducen.
Esta decimoséptima Conferencia de las Partes (COP 17) de la Convención Marco sobre Cambio Climático tendrá lugar del 28 de noviembre al 9 de diciembre próximos en la ciudad de Durban: abundará en agitados debates y controversiales cruces sectoriales.
No se trata apenas de un cónclave de diplomáticos de los 187 países que firmaron la Convención y el mentado Protocolo, sino que se prevé el protagonismo deliberativo de innumerables agrupaciones campesinas, portavoces de pueblos indígenas y representantes de la cada día más militante sociedad civil del planeta.
La nómina de involucrados va más allá de tales protagonistas, pues hay otros actores que por variados intereses económicos o ideológicos llegan a Durban con reivindicaciones de múltiple criterio, como las organizaciones sindicales, las corporaciones transnacionales y los ecologistas del mundo desarrollado y en vías de desarrollo.
El Protocolo de Kyoto cumplirá tres lustros el año próximo y dos son las instancias que presentan al mismo tiempo: expandir su carácter vinculante a los países en desarrollo y no mantenerlo apenas para las naciones industrializadas, o reemplazarlo por un nuevo acuerdo basado en responsabilidades voluntarias de los firmantes.
De uno u otro modo, es una asamblea clave en el contexto de la crisis climática global que permanentemente genera episodios de enorme destructividad, mientras la concentración de gases de efecto invernadero aumenta sin cesar: la Agencia Atmosférica de EEUU admite una suba del 29% durante las dos décadas recientes.
Casi han transcurrido veinte años desde que se firmó la Convención Marco al concluir la cumbre ECO 92 en Río de Janeiro, inicialmente rubricada por el gobierno de Estados Unidos, pero que posteriormente declinó ajustarse a los dictámenes del Protocolo anexo, calificándolo como insuficiente.
Recién durante la COP 5 celebrada en Kyoto en 1997, bajo la presidencia del embajador argentino Raúl Estrada Oyuela, fue posible consensuar un protocolo donde se expresaron derechos y deberes, pero la lentitud de las ratificaciones nacionales posibilitó que entrara en vigencia apenas en 2005.
La COP 15 realizada en Copenhague (2009) y la COP 16 que se efectuó en Cancún (2010) matizaron levemente el carácter monologal de las discusiones, en tanto nuevas potencias emergentes como China, India, Brasil y México no admiten un freno a su desarrollo industrial en base a un rígido control de emisiones.
El analista Pablo Solón, ex Embajador del Estado Plurinacional de Bolivia ante Naciones Unidas, ha declarado que el Protocolo de Kyoto tiene muchas debilidades, pero convertirlo en un cascarón vacío o hacerlo desaparecer en Durban es un suicidio.
Lamentablemente durante todo el año 2011 las negociaciones de cambio climático realizadas en Tailandia, Alemania y Panamá se han centrado en la forma más que en el contenido; lo que se está negociando no es cómo subir las promesas de reducción de emisiones sino en como se las formaliza, añadió el experto.
Como todas las conferencias de partes de la ONU, la primera semana de labores en Durban consistirá en un tedioso debate sobre la Declaración Oficial de la Cumbre, cuyas frases no consensuadas están destacadas entre corchetes.
Párrafo tras párrafo, los embajadores y sus asesores irán negociando en privado adjetivos, puntos y comas, hasta un punto donde sea posible cancelar los corchetes y aproximarse a un texto sin impugnaciones, todo ello bajo la asesoría de dos equipos especializados de la ONU, uno jurídico y otro científico.
En los corredores y recintos serán abordados sin cesar por grupos de presión de variada gama de intereses, en su mayoría de los países que representan los embajadores y sus equipos de técnicos.
En Durban se prevé un accionar intenso de los sindicatos sudafricanos vinculados a la minería del carbón, no dispuestos a que su país acepte una limitación a ese insumo del cual depende el basamento energético del país, del mismo modo que Australia, gran exportador mundial.
Durante los tres días finales (donde abundarán manifestaciones públicas de activistas que reclaman justicia ambiental y social), tendrá lugar el segmento ministerial de la Cumbre, caravana de discursos de los embajadores y eventuales Jefes de Estado, mientras contrareloj sus subalternos siguen derribando corchetes.
A la hora del desenlace será revelado en Durban el destino del Protocolo de Kyoto, pero prevalecerán los interrogantes sobre el futuro de la mayor parte de la población mundial sumida en la carencia y la dependencia, rubro que los meteorólogos no tienen en su agenda.
*Periodista especializado en Medio Ambiente
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