Hasta el próximo domingo 26 se podrá ver en la Juan L. Ortiz, de la Biblioteca Nacional, una muestra sobre el guionista de historietas Carlos Trillo.
Trillo un autor inclasificable, que en estado de historieta iluminó los últimos 40 años del género en Argentina y en el mundo nos habla de nosotros mismos en la exposición “de puño y tecla” que organiza la Biblioteca Nacional.
El prolífico guionista, considerado el continuador de Oesterheld produjo memorables trabajos como: “Alvar Mayor”, “El Loco Chávez”, “Las puertitas del Sr. López”, “Un tal Daneri”, “Cybersix”, “Cosecha verde”, “El síndrome Guastavino” y “Clara de Noche”, entre decenas de historias dibujadas por Alberto Breccia, Enrique Breccia, Horacio Altuna, Domingo Mandrafina, Carlos Meglia, Jordi Bernet, Pablo Túnica, Lucas Varela, Juan Bobillo y muchos otros destacados artistas.
Fue, además, coordinador creativo y redactor -en dupla con Alejandro Dolina- de Satiricón; jefe de redacción de Mengano, dirigida por Carlos Marcucci y uno de los impulsores de Superhumor.
La muestra está organizada en torno a dos ejes: El primero, cronológico, presenta –entre otros muchos materiales– las publicaciones nacionales e internacionales en las que participó -algunas, incluso, nunca traducidas al español-, los libros y folletos que escribió como el generoso divulgador del género que fue; las novelas y cuentos que editó junto a unos amigos y firmó con seudónimo –mucho antes de abocarse a la historieta– y varios de los trabajos que realizó para publicidad.
El segundo, organizado temáticamente, está centrado en el contenido de su producción, desde las libretas donde permanentemente tomaba apuntes; borradores de guiones; versiones modificadas, inconclusas o inéditas. Hasta los dibujos originales de gran parte de su obra, tanto sus personajes clásicos, como páginas descartadas o enviadas de prueba al exterior.
Carlos Trillo (1943-2011) produce en estado de historieta, un estado paralelo, donde consciente e inconsciente, sueños y pesadillas se enlazan y tejen historias para navegar un mundo real a través de una mirada a veces piadosa, otras incisiva, a veces risueña, pero que siempre nos habla de nosotros.
“Soy un viejo poeta, un narrador de historias, un simple recreador de las fantasías en las que se transforman las aventuras de los hombres cuando han concluido en el mundo de la realidad” escribe en el episodio “Ángela” de Alvar Mayor. Y es posible que se describa a él mismo.
Con esta muestra, la historieta comienza a ser parte del patrimonio de la Biblioteca Nacional, a disposición de investigadores y lectores, mientras Judith Gociol y Juan María Gutiérrez -curadores de esta exhibición- son quienes están a cargo del Programa Nacional de Investigación en Historieta y Humor Gráfico Argentinos, que recibe el material legado por la familia de Trillo, de ese modo apuntes, borradores, libros propios, publicaciones inéditas en nuestro país, integran la nueva colección de la Biblioteca.
Así definió el director de la biblioteca el modo en que finalmente la institución acoge a este género, riquísimo en la producción argentina y que por haber sido considerado una hermana menor de la literatura o un hibrido, ya que cabalga entre lo visual y lo escrito, pero que sin embargo refleja como pocos realidades y humores de época.
Horacio González en la presentación habló de los personajes que lo conmovieron y acompañaron de Trillo, primero el Loco Chávez y luego el Negro Blanco, que junto con Clara de Noche, en su propio nombre llevan implícitas todas las contradicciones, el contrasentido de habitar el otro lado, ese lado que no se ve y que no siempre es el lado oscuro de la luna.
Una prostituta hermosa e inteligente, que hace lo que puede y se la puede ver en su trajín cotidiano, que incluye la complicada educación de su hijo, mientras deja bastante mal parado al bando masculino. Una mujer que ilumina la noche.
Así como también el grupo de perdedores como el Loco Chávez, nos permite espiar el interior de una redacción, y aunque es posible que el autor no lo haya pensado explícitamente de ese modo, el arte trasciende a veces nuestras propias voluntades.
Y es por eso, que toda una generación golpeada, se identificaba con ese personaje de bigotes, que desde la estética setentista era un guiño, en momentos donde todo era clandestino, y apenas quedaba seguir las trapisondas y levantes amorosos de este personaje, tan querible.
El afiche, como bandera de una complicidad generacional, fue tantas veces colgado como ocultado, por las dudas.
Cabe señalar que cuando de la mano de Martín García, se llevó la tira a la televisión en 1978, fue levantada por considerar que no era un buen ejemplo.
El guionista, como amante del policial negro, estructura sus trabajos en esa clave. No importa por dónde arranca la historia o hacia dónde deriva, ni si el tono narrativo es humorístico o costumbrista, o el registro, histórico o fantástico.
En algún momento de la trama se presenta un caso para resolver, o aparece un detective o alguien que hace las veces de investigador, o un matón, o un asesino suelto, o una injusticia, o cierta atmósfera de alcohol, cigarrillos y confesiones trasnochadas.
Pero lo que sobre todo aparece es la imposibilidad –instaurada por la novela negra– de determinar de qué lado está el bien y de cuál el mal.
De ese modo su narrativa es como un termómetro de época y él como un genial director de arte y de casting a la vez, sabía elegir sus coequipers, dibujantes que le darían el cuerpo, a personajes e historias necesarias, audaces, imperdibles.
Hacia 2006 Trillo se compromete con la segunda etapa de la revista Fierro, resurge así un espacio donde volver a encontrarse con el lector argentino y crea nuevas historietas que también marcan un cambio de época.
El guionista afirmaba: “Los tiempos de la metáfora suelen ser más ricos, más poéticos, pero los tiempos en que al pan se le puede llamar pan y al vino, vino, son más estimulantes”.
Y extremó esta premisa hasta decidir contar la historia desde adentro de la cabeza de los represores. Así sucede con Guastavino, un hijo de torturador tan repugnante en sus aberraciones como su padre.
Un personaje que habla directamente de las secuelas de una dictadura sanguinaria, y la posibilidad de convivencia cotidiana con esos monstruos, que de algún modo sería la pesadilla que continúa.
Como en el tren fantasma, el autor nos transporta a un viaje alucinado para espiar, una especie de reverso del trabajo emprendido por las “madres y abuelas de Plaza de Mayo”.
Una imagen de lo que podría haber sido, que en dosis de humor negro, hace que visualicemos esos oscuros espacios del pensamiento y la existencia.
Trillo abrió las puertitas a una imaginación encarnada en aventuras y desventuras, con raíces en nuestro territorio, a 3 generaciones de lectores, que serán más en el futuro, y compartió cartel también con 3 generaciones de dibujantes.
Continuador de Oesterheld, representa una dinámica, una forma de ser, una geografía única, la nuestra, donde barrios y actitudes son visitados por sus historias, espejos de una pintura que nos contiene.
Guillermo Saccomano, cuyos apellidos juntos fueron durante un tiempo largo una especie de marca en el mundo de la historieta, cuenta que: “Las aventuras editoriales que encaramos en tiempos adversos fueron tan osadas como inconscientes: nos reíamos de la dictadura. De miedo nos reíamos. Después de cada susto volvíamos a probar. A ver hasta dónde se tensaba la cuerda.”
“Juntos le hicimos a Oesterheld el último reportaje antes de que lo desapareciera la dictadura militar. Imposible que no me acuerde del miedo. En nuestros artículos seguíamos mencionando a Oesterheld”.
Un camino, el del autor del Eternauta continuado por Trillo, que a través de sus ficciones, numerosas y diversas, cultivó la solidaridad entre sus lectores, casi como una complicidad.
Para Saccomano, “La muerte de Carlos, más allá de lo personal, representa la pérdida de una de las figuras creadoras de mayor peso en lo popular y, en consecuencia, de menor visibilidad en los ámbitos de la “intelligentzia”.
Para ver de cerca la producción de este magnífico guionista, con sus borradores y material editado en el exterior, inclusive la imagen del “señor López” recibiendo a los visitantes desde la puertita del baño de hombres. (Por Viviana Ponieman, Télam)
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