En la década del 70, cuando el puente Ezcurra era una de las principales vías de comunicación entre Necochea y Quequén, la pequeña estación de trenes de calle 509 y 540, conocida como el apeadero, se convirtió en el obligado lugar de arriba de los turistas y pasajeros que viajaban en ferrocarril desde la Capital Federal hacia nuestra ciudad.
El 24 de agosto de 1973 Ecos Diarios informaba que había finalizado la construcción del apeadero ferroviario en la zona portuaria de Quequén, al norte del puente Ignacio Ezcurra.
Según la nota, “este apeadero servirá de estación terminal para los pasajeros que se dirijan a Necochea. Su ubicación responde al propósito de acercar a los viajeros a nuestro centro turístico, aprovechando la línea férrea Estación Quequén-Puerto”.
Cinco años antes había sido clausurada la Estación Necochea. La construcción del apeadero pretendía ser una solución transitoria al problema de la distancia existente entre la estación más próxima, la de Quequén, y nuestra ciudad.

Sin tren
En aquellos años los necochenses aún no podían imaginar una ciudad sin tren. El ferrocarril llegó a Necochea el 1º de agosto de 1894 y provocó un significativo impacto en el progreso de la ciudad.
Incluso el desarrollo urbanístico de aquella primitiva Necochea fue modificado por la llegada del tren.
El barrio ubicado junto a la estación comenzó a crecer y la hoy calle 62 se convirtió en una de las más importantes de la localidad. Desde la estación también partía el tranvía hacia la Villa balnearia.
Cuando aún no había puentes sobre el Quequén y el río significaba un importante límite para el desarrollo de la ciudad, el tren llegó para romper esa barrera. Luego se construirían varios puentes en la zona portuaria de la ciudad con el objetivo de desarrollar la estación marítima.
Pero para la ciudad y el turismo local, el tren fue indispensable y esa idea permaneció en el tiempo y se convirtió casi en parte del ser necochense, en especial entre aquellos vecinos vinculados al sector turístico.
Por eso, con la clausura de la estación en 1968 se buscó una opción para que tren llegara lo más cerca posible de la ciudad.

El apeadero
Días después de aquella noticia en la que Ecos Diarios anunciaba el final de la obra del apeadero, se publicaba un editorial en el que se criticaban las austeras características del edificio.
“No causa buena impresión”, sentenciaba la nota. “Si bien nunca se dijo que iba a resultar algo muy especial, dista bastante de reunir las comodidades y presentar el aspecto que eran de esperar. Podemos expresar que se trata de una instalación de emergencia y considerada desde este punto de vista se torna demasiado costosa, ya que su presupuesto básico supera la suma de 62.000.000 de pesos moneda nacional”.
“Necochea no ha resignado su anhelo de ser dotada de una estación ferroviaria moderna y completa, que se halle a la altura de sus necesidades. Si oficialmente constituimos un ‘polo de desarrollo’, no se justifica que su infraestructura en materia de transportes haya desmejorado en lugar de perfeccionarse”.
Sin embargo, la situación no iba a mejorar y aquel párrafo sobre el deterioro local en materia de transporte resultaba tristemente profético.
Aunque hay fotos de fines de los 70 en los que se ve el intenso movimiento de público que registraba el apeadero con la llegada de los trenes, a la decadencia del servicio de ferrocarriles se sumó la fatal conspiración de la naturaleza.
El 29 abril de 1980 las inundaciones de la cuenca del Quequén, que habían comenzado 10 días antes, llegaron a su punto culminante. El torrente y la gran cantidad de basura, árboles, animales, muebles y restos de mampostería que arrastraba el agua, tiraron abajo el puente Ignacio Ezcurra.

El fin del sueño
La caída del puente marcó definitivamente el destino del apeadero. Aunque días después, Ecos Diarios informaba que “dentro del paulatino plan de normalización de los servicios del Ferrocarril Roca, en la provincia de Buenos Aires, en emergencia como consecuencia de las recientes inundaciones en grandes sectores del territorio bonaerense, se continuaba con los servicios entre Quequén y Tandil, y por su intermedio con Buenos Aires, esperándose en próximos días una paulatina normalización del servicio habitual entre Plaza Constitución, Quequén y apeadero”.
Pero sin el puente, el apeadero, último intento de los necochenses de contar con una estación de trenes, dejó de tener sentido. Ya fue imposible que la gente llegara en cinco minutos desde la estación a la villa balnearia de Necochea.
El tren volvió a operar con normalidad, pero pronto el recorrido de las formaciones de pasajeros terminó en la Estación Quequén y el apeadero cayó en el olvido.
A pesar de ello, en nuestra ciudad se siguió soñando con el ferrocarril de pasajeros durante años. Pasaron otras dos décadas hasta que finalmente el tren dejó de llegar cargado de turistas a Estación Quequén.
Pero aún hoy hay vecinos que no se resignan a que el ferrocarril no llegue a Necochea. No se imaginan una ciudad sin tren.

1 Comentarios

  1. No solo los vecinos de Necochea no se resignan a la perdida del tren. Los turistas que amamos Necochea tampoco lo hacemos. Viaje durante muchos años en tren hasta Quequen y soy de los que piensan que "si se puede ir en tren, voy en tren". Inclusive viaje despues de las inundaciones, cuando el viaje era un periplo que ponia a prueba la paciencia de los pasajeros. Igual era hermoso. Hay que pelear, cada uno desde donde pueda, por la vuelta del tren a Necochea\Quequen. La resignacion no sirve ni como epitafio. QUEREMOS EL TREN DE VUELTA!!!!!!!!

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