El médico Rodolfo Faggioli fue el pionero de la paleontología lugareña. Sus hallazgos de fósiles de animales prehistóricos y restos de los primeros asentamientos humanos en nuestra región, intrigaban a los vecinos necochenses a principios del siglo XX.
Al médico le gustaban las "excursiones" por la costa. En esas salidas realizaba "excavaciones para desenterrar algún esqueleto fósil, aún objeto de industria lítica o fragmento de la alfarería de los puelches que habitaron estas regiones".
Fue durante esas solitarias caminatas cuando Faggioli descubrió lo que más tarde llamaría “médanoterapia”.
"Las radiaciones naturales que existen en esos elevados médanos contribuyen a enriquecer la hemoglobina y a activar cambios respiratorios, intensificando la nutrición y estimulando el sistema nervioso y las funciones renales", explicó en un artículo que escribió sobre el tema.
“Muchos ignoran que, cuando por cualquier razón tenemos que prescindir del baño marino, podemos utilizar otros saludables medios curativos que nos pueden proporcionar los mismos resultados”, explicaba el científico.

Los descubrimientos de Faggioli
A principios del Siglo XX, Faggioli trajo a nuestra ciudad a su amigo Florentino Ameghino. Ambos descubrieron en 1909 dos anzuelos trabajados en hueso fósil de guanaco y tallados muy hábilmente por los primitivos pobladores de esta tierra.
Ameghino, quien en esa época se encontraba preocupado en elaborar su teoría del origen del hombre en América, no dio importancia al hallazgo de los anzuelos. Sin embargo, nunca se volvieron a hallar anzuelos de esa característica en el litoral atlántico bonaerense.
En un viejo ejemplar de Ecos Diarios, Faggioli también comentaba su interés por una zona que hoy concentra las investigaciones del Conicet: el paso de Otero.
Pese a la rigurosidad de la ciencia y el gran conocimiento que parecía tener de las riquezas paleontológicas ocultas bajo el suelo de nuestro distrito, Faggioli siempre se tomó esta actividad como un hobbie o un deporte.
"Conversando con un joven maestro, le manifestaba que durante el invierno, algún domingo, cuando las preocupaciones profesionales me lo permitían, me dedicaba a un arte benéfico para mi salud y que considero el más sanos de todos", escribía Faggioli en 1933 en las páginas de Ecos Diarios.
El "arte" de Faggioli en realidad era un deporte que hoy se denomina "trekking".

La médanoterapia
Según Faggioli, los beneficios de lo que él denomino médanoterapia se podían obtener “paseando o echándose en la arena de esta cómoda y espaciosa playa de Necochea, apta para la práctica de todos los deportes, y en la cual se respira un aire pudo iodado u oxigenado, saturado de las emanaciones marinas”.
“También se puede practicar la helioterapia con prudencia para no quemarse la piel como suelen hacer no pocas personas, acaso porque ignoran la importante función que ésta desempeña en el organismo humano y que las quemaduras producidas por el sol pueden ocasionar el cáncer”, añadía.
Según Faggioli, la médanoterapia se “puede practicar en los médanos próximos al balneario de Necochea y con mayor provecho aún en los altos médanos del sur, donde se pueden aprovechar mejor los rayos cósmicos que son más abundantes en las alturas”.
“La gimnasia de subir y bajar por aquellas arenas limpias, esterilizadas por los potentes rayos solares, obligan al corazón a aumentar la circulación de la sangre, distribuyéndola igualmente por todos los órganos, impidiendo así la congestión de alguno de ellos, y al mismo tiempo obligando a los pulmones a respirar más profundamente, en tanto se introducen también por los mismos en la sangre las útiles radiaciones que deben aumentar el recambio material y la expulsión de los residuos de las células de nuestro organismo”, indicaba.

Lugar sagrado
Si bien Faggioli fue el primero en nuestra región en hablar de médanoterapia, no fue el único. Muchos años después se publicó en nuestra ciudad la novela “Médano Blanco”, que mediante una ficción hace referencia a los poderes energéticos de lo que Faggioli denominaba “los médanos del sur”.
Carlos Bonserio, autor de la novela, escribió en 2007 un artículo denominado “Centro Energético Médano Blanco”.
Según la nota, durante una visita a nuestra ciudad, en 2000, el ingeniero Guido Bassler, geobiólogo y radiestesista experto, realizó comprobaciones junto a Ricardo Turturro (dueño del parador Médano Blanco) y varios baquéanos y detectó “en forma clara radiaciones cosmotelúricas”.
Según Bonserio se descubrió “una veta de agua subterránea de 3 metros de ancho y 27 metros de profundidad atraviesa ese punto y se cruza con otra de 1,30 de ancho y 80 metros de profundidad, en sentido transversal; produciéndose además, un cruce de líneas de fuerzas principales del campo magnético terrestre (Líneas H) creando un vórtice energético dextrógiro (péndulo que gira en sentido de las agujas del reloj)”.
Señaló que estas radiaciones son “muy tonificante y exaltante sobre el cuerpo humano, con efectos muy especiales sobre nuestro sistema psíquico, equilibrando nuestras deudas energéticas”.
Bassler aconsejó “en las exposiciones saludar al sol con los brazos alzados al cielo y las palmas de las manos abiertas, que las mismas no fueran muy prolongadas, a lo sumo permanecer dos o tres horas una o dos veces por mes. Aseveró, además que el agua de ese lugar era termal y por tener mayor radioactividad poseía efecto energético y mayores propiedades curativas y vigorizantes. En la antigüedad esas vertientes de agua eran consideradas sagradas por lo indios pampas y tehuelches”.

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