“A veces hasta me siento egoísta”, confesó Paula Arribas. Se refiere a las grandes satisfacciones que le da el trabajo de voluntaria que desarrolla en el Hospital Municipal “Dr. Emilio Ferreyra”.
“Uno siempre recibe mucho más de lo que da”, aseguró Paula, quien hace siete años integra el grupo “San Miguel”, más conocido como Damas de Rosa. Ingresó a la entidad siguiendo los pasos de su madre, que durante una década trabajó todos los días en el hospital.
“Esto me hace tan bien que a veces me siento hasta egoísta. Hasta con culpa lo digo”, señaló Paula. “Es muy gratificante”.
Damas de Rosa
Las damas rosadas son un servicio de voluntarias que surgió en el país a fines de la década del 50. En nuestra ciudad el grupo “San Miguel” fue creado en 1983 y en noviembre pasado cumplieron 30 años de actividad.
Paula ingresó al grupo hace siete años. “Mamá fue dama rosada durante diez años. Ella iba todos los días y le fascinaba”, explicó.
“A mí siempre me gustó la parte social y ayudar”, señaló. “Si puedo dar una mano, ahí estoy”.
Paula había regresado de Londres, donde vivió un tiempo y cuando su hija más chica comenzó a ir al jardín, decidió que era el momento para hacer realidad su sueño de colaborar.
“Me hicieron una entrevista. Como conocían a mamá, que había hecho un trabajo bárbaro ahí, entré y me encantó”, explicó.
La labor de las Damas de Rosa está dividida en la asistencia a los médicos y los enfermeros, en el horario matutino, y luego el contacto con los pacientes, por la tarde, cuando acercan revistas a la gente internada o los familiares de los enfermos. También consiguen pañales y ropa para los chicos.
Además realizan una rifa anual y el programa Flores de vida, que consiste en difundir la idea de conseguir aportes en efectivo en lugar de enviar ofrendas florales a las amistades o familiares de personas fallecidas.
“Ayudamos en todo lo que podemos”, señaló Paula, que en la actualidad es vicepresidenta del Grupo de Voluntarias “San Miguel”.
“Así sea contestar una pregunta, si es eso lo que alguien necesita, ahí estamos, todo sirve”, precisó.
“El nuestro es trabajo de campo y es súpergratificante. Yo siempre digo que es más lo que uno recibe, que lo que da”, afirmó.
Cuestión de familia
Paula Arribas es descendiente de la familia Pieres. “Creo que mi tatarabuela donó la plata para hacer todo el piso de la iglesia del Carmen. Y mi bisabuela todos años armaba bolsas de comida y de ropa y las repartía entre la gente que la necesitaba”, explicó.
Su abuelo donó los lotes donde se levantó una escuela rural, en cercanías de la estación de trenes que lleva el nombre de la familia.
“Tal vez esto de querer ayudar sea algo innato”, dijo Paula.
Es una mujer muy culta, apasionada de la lectura y si bien estudio cuatro años de la carrera de Derecho, no la terminó, en parte porque sentía que litigar no era lo suyo.
Años atrás vivió en Londres, donde su esposo Juan Pablo Sain, que es abogado, realizó estudios de posgrado.
Durante su estadía en el Reino Unido conoció a la periodista de Clarín María Laura Vignolo, que había sufrido un accidente automovilístico y no podía escribir.
“Yo en Buenos Aires trabajaba de secretaria, así que volaba con la máquina. Entonces ella me dictaba, yo tipeaba y después editaba las entrevistas para mandarlas a Buenos Aires”, explicó Paula.
La periodista también la conectó con los corresponsales del diario español El País y el francés Le Monde, que compartían una oficina en Londres. “Yo les hacía todo lo que es expensas y además al corresponsal de Le Monde le armaba archivos de todas las noticias. Era muy interesante”, señaló.
Ganas de ayudar
Tiempo después, con Juan Pablo y sus hijos Alvaro y Justina, Paula volvió a vivir a Necochea y aquí sintió otra vez esas ganas de realizar trabajo comunitario.
De chica había integrado el Interact, el grupo de jóvenes del Rotary Club. “Ibamos a pintar a alguna escuela o nos juntábamos a hacer alguna colecta”, explicó.
Por eso, ingresar a las Damas de Rosa, siguiendo los pasos de su madre, fue algo que se dio con naturalidad
“Justina sigue mis pasos. Es siempre generosa, tratando de ver a quién puede ayudar”, dijo Paula respecto a su hija de 10 años.
“El Colegio Alemán siempre me ayuda con todo lo que necesito y cuando el hospital necesitaba leche, Justina hacía las colectas en el colegio”, explicó.
“Después íbamos juntas al Hospital a llevar las cosas. A ella le encanta y dice que cuando sea grande va a ser dama rosada”, dijo Paula con orgullo.
Lamentablemente, no son muchas las personas que conocen el trabajo de las damas rosadas y se acercan a colaborar. En parte, por desconocimiento. “Hay mucha gente que por ahí no sabe que puede donar cosas o que si tiene tiempo libre puede dedicar dos horas por semana esto”, precisó.
Además de su trabajo en el hospital como voluntaria, Paula también preside una comisión que trabaja para formar la cooperadora del Hogar Raimondi. “La estamos armando”, explicó. “Tenemos que salir a buscar socios. La idea es hacer una pileta en el hogar”.
“Lamentablemente para juntar plata soy un desastre, porque no me da la cara. Yo soy todo trabajo”, concluyó. (Artículo publicado en Ecos Diarios)
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