Maestra jardinera, periodista, escritora, poeta… Arminda Ballestracci es ante todo un espíritu inquieto. A los 86 años está más activa que nunca, dedicada a escribir, algo que ha hecho desde niña.
Por estos días la desvela un cuento que ya comenzó a redactar, pero que no sabe muy bien como terminará. También corrige una poesía que quiere presentar en un concurso literario local.
“Toda mi vida escribí, nunca dejé de escribir”, afirmó Arminda, que en su juventud también estuvo vinculada al teatro independiente y al cine.
Recordó que cuando era una niña quería que le regalaran una bicicleta para Reyes, pero como sabía que no se darían, pidió una máquina de escribir. Poco después recibió una Underwood portátil con la que comenzó a despuntar su pasión por la escritura.
Desde entonces, nunca dejó de escribir, sin embargo, jamás lo hizo con el afán de vivir de la literatura o convertir aquel hábito en un oficio.
Una maestra
Muy joven, Arminda se recibió de maestra normal y luego siguió sus estudios en la Escuela Superior de Periodismo. Aunque escribió artículos para periódicos y revista, pronto descubrió que su verdadera vocación era la enseñanza.
Mientras tanto, se vinculó al teatro independiente y al cine. “Fui socia fundadora del club Gente de Cine, que crearon Roland y Nathán Pinzón”, explicó. “Funcionaba arriba de la librería Fray Mocho. Ahí conocí a David José Kohon y con él hicimos un corto que ahora está en YouTube y se llama ‘La Flecha y el Compás’. Ahí fui asistente de dirección”.
Arminda se sumó al grupo de teatro La Máscara y luego siguió con Nuevo Teatro, que surgió por impulso de Pedro Asquini y Alejandra Boero.
“Hicimos primero El alquimista y después Bajos Fondos”, dijo Arminda. En esos días también conoció al pintor Alberto Greco.
“Siempre estuve vinculada con el arte y la educación. Pero a mí lo que me gustaba era ser maestra”, explicó.
En aquellos años comenzaba a surgir la educación inicial y convocaron a las docentes de mejor puntaje para capacitarlas como maestras jardineras.
Fue así que Arminda no tardó en convertirse maestra de nivel inicial.
Desde siempre, Necochea
Arminda es una persona extrovertida y de gran sentido del humor. Aunque hace sólo cinco años que vive en Necochea, toda su vida ha estado vinculada a la ciudad.
Su abuela llegó de Italia a nuestra ciudad a fines del siglo XIX. Tiene vínculos familiares con los Gatti, los Varoni y los De la Canal.
“Te puedo contar la historia de Necochea”, explicó. Tiene una fotografía en el muelle de los pescadores en la que se la ve con una caña.
La caña pertenece al recordado Emilio Ferreyra, que era un fanático de la pesca y en especial de la corvina negra.
“Yo venía todos los años a veranear acá. Después me casé con un italiano y lo traje a Necochea”, dijo Arminda.
Su hijo, José Luis De Gregorio, pasaba también todos los veranos aquí y por ello eligió nuestra ciudad para vivir.
Hace cinco años, luego del fallecimiento de su esposo, Arminda decidió radicarse definitivamente en la ciudad.
Aquí se reencontró, luego de muchos años, con Norma Mazzei, una poeta y ensayista que había conocido precisamente durante un verano en la playa. Mazzei le insistió para que se presentara en algún concurso literario.
Entre letras
Arminda ha publicado libros de cuentos y poesías dedicados al público infantil como “Cuentaniño”, “Gran enciclopedia de los pequeños” y “Cuentaniño Azul”.
También escribió para una revista digital sobre educación que editaba una sobrina suya y que en la actualidad se publica en papel.
Además escribió infinidad de discursos, sketch y poesías para los actos escolares durante su vida de docente. Incluso escribió canciones para una comedia musical. “Una vez fui a un acto escolar y escuché una canción que era mía. Me la habían robado, pero no puedo quejarme, porque nunca la registré”, explicó.
En realidad, jamás le interesó ser reconocida como escritora. “Odio la parafernalia y la gente que quiere figurar”, explicó.
Precisamente por ello, aunque en alguna oportunidad tuvo oportunidad de publicar toda su obra, no quiso hacerlo y prefirió continuar dedicada a la docencia.
Ahora, ya retirada, ha comenzado a enviar algunos textos a concursos literarios y ya recibió varios premios, aunque ella no les da demasiada importancia.
Un cuento suyo fue publicado en el libro “Letras para el mundo” y una poesía integra la antología digital “Elegidos 2013”.
Escribir, una necesidad
Después de pasar la mayor parte de su vida laboral dedicada a la enseñanza inicial, Arminda se presentó en un concurso y logró volver a la educación primaria. Así fue como pudo terminar su carrera como maestra de primer grado. Luego tuvo una breve intervención como asesora en el Consejo Escolar porteño.
Ahora, dedica la mayor parte de su tiempo hacer las cosas que más le gustan: leer, tejer y completar crucigramas en italiano (“Para no perder el idioma”).
Hace un tiempo comenzó a escribir un cuento que tiene como protagonista a una mujer y su reflejo en el espejo. Esto la ha obligado a leer sobre física cuántica.
Esta obsesionada con el relato y si bien sabe cómo terminará, se le complica el desarrollo. Como siempre, escribir es una necesidad…
Artículo publicado en el suplemento Finde de Ecos Diarios
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