Existen algunos apellidos profundamente arraigados en la memoria popular de los necochenses. Son los de aquellos hombres y mujeres que a lo largo de décadas dejaron su marca en nuestra sociedad y que aún viven en sus descendientes y en los recuerdos de los vecinos.
En su libro “Necochea, ciudad progresista y poética”, Eduardo Escobar cita algunos de los primeros vecinos que vivieron en nuestros pagos y cuyos apellidos aún son comunes y se diría que hasta tradicionales en nuestra ciudad.
“Hay que convenir que antes de la fundación ya había en estos lugares algunos pobladores que se dedicaban principalmente a la cría de lanares”, escribió.“Entre ese núcleo de esforzados paladines del trabajo estaba don Manuel Canosa que llegó a la campaña procedente de Juárez en 1777”, agrega el libro que realiza una semblanza de la historia de la ciudad, desde 1881 a mediados de la década del 30.
Según Escobar, aquel primitivo vecino sufrió los malones indios y se endureció en la defensa.
El escritor también recuerda en su libro a un “venerable anciano” que conoció y “me contaba hechos de los indios, acontecidos mientras se hallaba con su esposa e hijos en los campos de Luro, este era don Francisco Orquín”.
Luego Escobar hace referencia a varios apellidos hoy muy conocidos de nuestra ciudad: “Don Francisco Baño ya conocía la zona desde 1879 como el señor Dialeva, Sarricchio, Bonaura, Bertagni y otros”.
El escritor recopiló en su valioso libro de los primeros pobladores de Necochea, que llegaron en su mayor parte de Tandil, Benito Juárez, Ayacucho, Balcarce y Maipú.
Algunos llegaron meses antes de la fundación y otros poco después. Entre ellos se encontraban Vicente Goñi, Juan Capurro, Antonio Battioni, Josefa Dopico, Juan B. Larraburu, Ricardo Somaini, Ignacio Tellechea, José Elizalde (Echelar), Juan Carrique, Vicente Orofino, Domingo Goñi, Balbino Corral, Jerónimo Juliano y sus siete hermanos, Tomás Amondarain y José Giusto.
También Francisco Fortunado, Francisco Mariscot, José Rivolta, Angel Canetta, Francisco Lapolla, Francisco Beola, Saturnino Razquín, Francisco Razquín y otros de los que sólo se conoce el apellido: Menvielle, Jaimerena y Ludueña.
La lista también incluía a Bernardo Teruggi, José Di Giglio, José Galparsoro, Segundo Ferreira, Casimiro Dabadie, José Antonio Dopico, José Ignacio Irazusta, Juan Herrera, Eqequiel Olivera, José Bloise, Bartolo Contreras, Juan Garralda, José María Barrean, Tiburcio Abínzano, Juan Grande y Juan Garay (también conocido como Zapelzuri o Chapel).
Además, Felipe Bringas, Bernardo Dindart, Gregorio Vicondo, Bautista Casenave, Andrés Victorio Fontana, Francisco Merlo, Josefa E. Irazusta, Ana de Calcagno, Filippini, Antonio Apio, Alejandro Teyseire, Arozarena, José María Pérez, Epifanio Landois, Antonio Nicolello, Angel Borelli, Dilarregui, Barbaglia, Mojica, Mancino, Robidart, Medina y López, entre otros.
Vecino memorioso
Todos esos nombres eran recordados también por Luis Capurro en un artículo publicado en Ecos Diarios en la década de 1930. Pero no sólo citaba los nombres y apellidos, también recordaba los oficios de aquellos primeros pobladores. Este memorioso vecino era hijo del antes mencionado Juan Capurro.
“Los que no estén bien enterados, posiblemente creerán que los primeros pobladores de Necochea solamente son los vecinos que firmaron el acta de la fundación junto con el inolvidable don Angel I. Murga”, explicaba en la nota.
Recordaba que su padre “llegó a Necochea en 1881 con Antonio Vatteone, con quien hicieron un viaje en su sulky desde Ayacucho, punto de su residencia en esa época”.
“Mi padre levantó una casita con chapas de zinc en la esquina de las calles Gonzales Chaves y Angel I. Murga y Vatteone una pieza en el sitio que hoy ocupa el edificio del Banco Provincia, estableciéndose con relojería y platería, que fue la primera en su ramo en Necochea”, recordaba.
Ese local lo ocuparía más tarde don Remigio Alonso, con la agencia de galeras y estafeta postal. De acuerdo a Capurro, “Alonso fue el primer maestro de Necochea. No poseía título, pero tuvo a su cargo la enseñanza de una escuela oficial. En 1886 se casó en segundas nupcias con la maestra Corina Girado, que era empleada de la escuela de Lola Rom, y ese año se ausentó a Dorrego”.
Capurro había nacido en Ayacucho, desde allí salió con su familia en 1882 para reunirse con su padre. Realizaron el viaje en galera y cruzaron el río Quequén en la balsa de don Ezequiel Olivera, que “funcionaba en el paraje frente a los mataderos municipales, a cargo de Francisco Del Papa, a quien le llamaban el balsera y siguieron llamándole así por muchos años, cuando ya tenía la ocupación de cochero”.
Uno de los primeros comerciantes fue don José Antonio Dopico, que había llegado de Tandil en 1881. Y la primera fonda la estableció aquí Chaparro, “un fondero” de Balcarce, quien envió de encargados de su negocio a Severo Perujo y Balbino Corral.
“Estos le compraron la fonda a Chaparro y comenzaron a edificar de material y al poco tiempo le vendieron (el negocio) a Juan Marino, Santiago Torre y Mateo Demarmels, que llegaron de Maipú”, recordaba Capurro. Torre y Demarmels continuaron después con el nombre de “Hotel Amistad”.
El primer médico de Necochea fue el doctor Angel Santos. “Este galeno visitaba en un caballo alazán los domicilios de los enfermos; poco después adquirió un carruaje algo usado para hacer sus visitas”.
Pero antes de que llegara Santos, un curandero italiano, Antonio Maturi, se hacía cargo de curar las enfermedades. En tanto, Tomás Aquerreta fue el primer boticario de la naciente ciudad y “la señora de Malé, conocida por “La Cordobesa”, fue la primera partera”, escribía Capurro en aquella legendaria crónica.
El memorioso cronista también recordaba a José Ferraco, uno de los primeros zapateros de la ciudad. Instaló aquí la zapatería “La Coqueta del Río de la Plata”, con la que le comenzó a hacer competencia a Francisco Mariscot, que había llegado antes a Necochea.
En 1881 también habían llegado el ya citado Olivera, Juan Herrera (que fue juez de Paz), Juan Garralda, empresario de galeras; Tiburcio Abinzano, fondero y dueño de una cancha de pelota y también José Elizalde, conocido por Echelar, también fondero.
Juan Garay fue uno de los primeros horneros y era conocido por el apodo de Zapelzuri, que en vasco significa gorra blanca. Mientras que el primer herrero fue un tal Filippini, quien tenía como ayudante a un a ex sargento de nombre Teodoro Míguez.
De acuerdo a Capurro, Míguez fue quien “le dio el tiro de gracia a Camila O´Gorman, fusilada por orden del tirano Rosas”.
Otro vecino pionero fue Manuel Campos, un carpintero que tenía su taller en una casilla que ocupaba el terreno donde luego se construiría la Euzkalduna, hoy calle 64 y 63.
Mientras que José Giosto, quien años más tarde sería conocido como “el sulkero”, fue en un principio el alambrador que se encargaba de colocar los alambrados que dividían de los lotes del pueblo de Necochea. En tanto, don Luis Bricchetto fue el primer librero de la naciente población.
(Artículo publicado en el suplemento Finde de Ecos Diarios)
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