El 27 de agosto de 1921 se produjo un hecho sin precedentes en nuestra ciudad. Un delegado del Aero Club Argentino llegó hasta Necochea para tomarle una prueba de suficiencia al primer alumno de la escuela de vuelo Curtiss, que habían fundado tiempo antes Pedro Hansen y Guillermo Hillcoat.
El alumno en cuestión era Pedro Azzolini y superó con éxito la prueba, convirtiéndose de esta manera en el primer piloto formado en nuestra ciudad.
Pasión por el vuelo
A fines de la Primera Guerra Mundial, un grupo de intrépidos vecinos se entusiasmó con las máquinas voladoras y formó el Aero Club Necochea. En aquellos días, Hillcoat y Hansen, dos pioneros de la aviación argentina, instalaron en nuestra ciudad la Escuela Curtiss.
“Ayer por la mañana llegó de la capital, tripulado por (Guillermo) Hillcoat, un aparato Caudron de 120 HP, que pertenece al señor Enrique Riedel, quien en breve dará examen de piloto”, señalaba una breve nota publicada en Ecos Diarios el 26 de agosto.
“Se trata de un excelente avión de grandes condiciones de estabilidad y de patente fuerza. La aviación local potentiza con él un evidente progreso y constata en forma halagüeña los primero frutos de la simpática Escuela de Aviación”, agregaba.
Días después, se anunciaba la llegada del delegado del Aero Club Argentino, Ramón Herran, quien iba a tomar examen a un piloto de la escuela de Hansen y Hillcoat.
En la edición especial del 11 de septiembre permite vislumbrar la audacia de estos pioneros de la aviación. Hillcoat, señalaba Ecos Diarios, había realizado un curso de siete horas de duración y rendido examen el 14 de enero de 1920 bajo la supervisión de Lawrence León, representante de la Curtiss Motors Co.
Luego salió de gira por la provincia de Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe y Pampa Central. El 10 de abril de 1921, junto a su alumno Pedro Hansen, se convirtieron en instructores de la escuela Curtiss de Necochea.
Hansen obtuvo su brevet el 8 de mayo de ese año, luego de siete horas de instrucción, como era costumbre en esos tiempos. Salió el mismo día del examen en vuelo desde Buenos Aires hacia nuestra ciudad, acompañado por su esposa.
Para agosto de 1921, cuando rindió el examen Azzolini, Hansen ya tenía en su haber más de 2000 vuelos.
El Aero Club Necochea todavía no había obtenido su personería jurídica y presidía la comisión provisoria Alejandro Calzada. No obstante, la visita de Herran también permitió integrar a la agrupación local a la Federación de Aeroclubes de la República Argentina.
La Escuela de Aviación local contaba con dos aviones Curtiss JN 90 y un avión Caudron. Tenía dos hangares ubicados donde actualmente funciona el Hospital Municipal “Dr. Emilio Ferreyra” y tres aspirantes a piloto: los vecinos Enrique Riedel, Nicolás Christensen y Bernardo Saubiete.
La actividad creció con el tiempo y los aviadores locales comenzaron a realizar vuelos de campaña y exhibiciones en distintas localidades de la región, que se extendieron hasta la Capital Federal.
Un olvidado
Pero si bien son pocos los que hoy recuerdan a Azzolini y a la escuela Curtiss, menos aún son los memoriosos que siquiera saben de Domingo Yrigoyen, un piloto nacido en Quequén que fue amigo de legendarios aviadores como Jean Mermoz y Antoine de Saint Exupery.
Yrigoyen había nacido en Quequén en 1900 y su familia se radicó en Bahía Blanca, donde bajo la dirección de Francisco Ragadale el futuro piloto aprendió a volar.
Se convirtió en un piloto apasionado y cuando se formó la Aeropostale Argentina Yrigoyen se presentó en el aeródromo de Pacheco con intenciones de formar parte de la nueva empresa.
Fue admitido y al día siguiente lo subieron a un avión Laté 25 para que llevara diarios capitalinos a la ciudad de Mar del Plata.
El vuelo de ida fue tranquilo, pero no así el de vuelta. Cuando sobrevolaba Dolores lo sorprendió una tormenta.
Su primera intención fue aterrizar, pero luego pensó que lo estarían esperando, enfiló hacia la costa y volando a baja altura ingresó por el Río de la Plata y aterrizó en Pacheco.
Su intrépido vuelo le valió el respeto de los franceses Mermoz y Saint Exupery.
Yrigoyen se convirtió en un hombre récord. Fue el primero en completar un millón de kilómetros y luego de 16 años ininterrumpidos, casi todos sobre la Patagonia, totalizó 1.880.000 kilómetros recorridos por aire.
De acuerdo a una entrevista publicada poco antes de su muerto en 1975, Yrigoyen consideraba a los aviones Laté 28 como muy nobles. También voló trimotores Junker, bajo las órdenes del capitán Rohland de Lufthansa. Este piloto alemán luego sería instructor de guerra de la Luftwaffe.
Luego de Aeroposta, Yrigoyen ingresó en la recién formada Aerolíneas Argentinas y voló durante 15 años consecutivos. Quienes lo conocieron decían que fue “el mejor piloto que tuvo Aerolíneas”.
El 29 de junio de 1945, Yrigoyen realizó su último vuelo, pero luego, cuando Aerolíneas Argentinas inauguró su vuelo directo en jet con Río Gallegos, fue invitado de honor en ese trayecto.
Si bien hoy su nombre se encuentra en el olvido, Domingo Yrigoyen fue un as en su época, cuando los aviones volaban a 200 kilómetros por hora y a veces los pilotos padecían bajísimas temperaturas en las cabinas.
La extrema exigencia de los vuelos sobre la Patagonia provocó la muerte de muchos de aquellos pilotos, incluso las de Mermoz y Saint Exupery. Yrigoyen sobrevivió a aquellas durísimas experiencia y se convirtió en un piloto de elite, que murió 30 años después de su retiro, a los 75 años.
Artículo publicado en el Suple Finde de Ecos Diarios de Necochea
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