La Segunda Guerra Mundial fue un conflicto global de dimensiones hasta ahora nunca superadas.
Es verdad que la realidad supera la ficción y durante los días que duró la guerra, se produjeron hechos que no podrían haber sido imaginados ni por el más delirante de los escritores.
Como el demoledor ataque británico a la Armada Francesa a que dejó 1.297 muertos.
Fue el 3 de julio de 1940, semanas después de que Francia diera la guerra por perdida y el mariscal Philippe Petain firmara un armisticio con la Alemania nazi.
El acuerdo violaba un pacto preexistente entre Francia e Inglaterra.
 Los ingleses pretendían que los franceses entregaran su armada y que los buques no cayeran en manos de los alemanes, pero las naves galas se retiraron hacia Argelia en vez de dirigirse hacia las islas británicas.
 Así que los ingleses tomaron la iniciativa y ese 3 de julio la Fuerza H, al mando del vicealmirante James Somerville, se dirigieron hacia la colonia francesa.
La fuerza estaba integrada por el portaaviones Ark Royal, dos acorazados, un crucero de batalla, dos cruceros ligeros y once destructores.
En el golfo de Orán se encontraba la flota francesa, al mando del vicealmirante Gensoul, compuesta de dos cruceros de batalla (Dunkerque y Strasbourg), dos acorazados (Bretagne y Provence), seis superdestructores, siete destructores menores, un portahidroaviones (el Commandant Teste), cuatro submarinos y diversos barcos menores.
En el ataque los ingleses perdieron dos torpederos y cuatro aviones, pero no tuvieron bajas. Sin embargo, los franceses tuvieron 1.297 bajas, la mayoría de ellas pertenecientes a la tripulación del acorazado Bretagne, que se fue a pique. También resultaron dañados el Provence, un crucero de batalla y tres destructores, mientras que otro fue dañado.
Aquel día quedó en la historia con el nombre de la Batalla de Mers el-Kebir.

Fuente: Wikipedia.org

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