A mediados de 1999, el jeque de Dubai, Mohammed bin Rashid Al Maktum visitó el hotel Burj Al Arab, que se encontraba en su última etapa de construcción. Le había encargado a la diseñadora china Khuan Chew una decoración interior que impactara por su lujo e innovación.
El diseño de las suites, cargado de mármol, terciopelo y hojillas de oro no decepcionó al jeque, que deseaba que las exclusivas habitaciones demostraran lujo y grandeza.
Sin embargo, la entrada al gigantesco edificio en forma de vela no estaba a la altura de lo que el jeque pretendía. El atrio estaba pintado de blanco y era minimalista, todo lo contrario a lo que Mohamed bin Rashid Al Maktum pretendía transmitir a los visitantes del hotel estrella del Jumeirah Group.
Chew tuvo que rediseñar el vestíbulo, para lo que añadió colores brillantes en el techo, fuentes de aguas danzantes, un espectáculo de luces multicolores y acuarios gigantes.
Hoy la entrada al hotel es todo un símbolo de lo que el grupo Jumeirah intenta provocar en los huéspedes de sus hoteles: que cada estancia sea realmente inolvidable.
Por algo el Burj Al Arab es considerado el hotel más lujoso del mundo. Especialistas de todo el mundo consideran que es el primer hotel 7 estrellas del mundo, aunque desde el Jumeirah Group se encargan de dejar en claro que esa no es una calificación oficial.
“Nosotros no alentamos el uso de esa calificación y nunca la hemos usado para publicitarnos”, señaló en su momento el portavoz de la firma.
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Imagen de Keerthi Ramesh en Pixabay
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