La fantasía popular ha dotado a los asesinos de rostros monstruosos y abyectos. Sin embargo, la realidad es otra. El peor de los asesinos, puede tener una apariencia tan normal como la del carnicero de la esquina o la enfermera que vive en la casa contigua. Un serial killer se puede esconder detrás de la inocente imagen que me devuelve el espejo cada mañana...
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