A mediados de octubre de 1930, decenas de personas se agolpaban a las puertas del Hotel Vasconia, en el centro de nuestra ciudad. La mayoría de ellas sufría alguna dolencia y concurría desesperada a hacerse atender con un médico que les prometía una cura milagrosa. Se llamaba Gómez Llueca y practicaba la asueroterapia, una técnica quirúrgica que se promocionaba como la cura a todos los males.
La técnica había sido desarrollada por Fernando Asuero, un cirujano nacido en San Sebastián en 1886 y consistía en realizar sutiles incisiones en el nervio trigémino, a donde podía acceder desde la nariz. El trigémino es el nervio sensitivo de la cara. Asuero decía que en realidad provocaba todos los males del cuerpo humano, y que él podía sanarlos. Principalmente la parálisis, la artritis, las hemorroides, la sordera y las úlceras. Para ello punzaba el nervio con agujas o estiletes, obteniendo resultados “completos y definitivos”.
La asueroterapia produjo por aquellos días en Necochea varias curas milagrosas, como la de María Alvira, una mujer que había llegado al consultorio de Gómez Llueca en silla de ruedas y salió caminando.
El caso provocó furor entre los enfermos que hacían cola para atenderse con facultativo. Lo que todos aquellos enfermos parecían desconocer era que el método de Asuero había sido calificado de fraudulento en otros países y que meses antes el creador de la asueroterapia había tenido que irse de la Argentina perseguido por la justicia.
Pero en aquellos días las noticias no se expandían por el planeta como en la actualidad y a veces nunca llegaban.
Asuero y compañía
El doctor Asuero se convirtió en 1930 en un personaje popular en nuestro país. Radio Belgrano emitía el programa “La Hora de la Asueroterapia” y hasta el mismísimo presidente Hipólito Yrigoyen era admirador de este cuestionado facultativo.
La gente hacía cola frente al Hotel Español de Buenos Aires para atenderse con Asuero, que cobraba fortunas. Sin embargo, muchos sospechaban sobre las curas milagrosas de Asuero y los críticos del gobierno utilizaron la figura del cirujano para golpear al ya vapuleado Yrigoyen.
El método se convirtió entonces en motivo de numerosos artículos en la prensa en los que se dudaba incluso que el famoso Asuero tuviera título de médico. La revista Caras y Caretas publicó varias caricaturas bufonescas sobre la asueroterapia.
Uno de los dibujos utilizaba un caricaturesco perfil de Irigoyen para explicar el método de Asuero y la relación de distintos puntos del cerebro del presidente con la realidad nacional.
El diario Crítica también comenzó a publicar caricaturas sobre el tema y se escribieron canciones burlonas sobre los beneficios de la asueroterapia. Manuel Colominas escribió el tango "Operate el Trigémino" y también por aquellos días era popular la canción satírica "El Cuatrigémino". El actor Florencio Parravicini llegó a montar un espectáculo titulado "Nena tocame el trigémino".
El arribo de Asuero a nuestro país se había visto beneficiado por el desorden institucional. Yrigoyen, que se hizo cargo del país en 1928, enfrentaba la crisis económica originada por el crack del 29 y una tumultuosa situación social.
Según diarios de la época el mismo día que Yrigoyen visitó el consultorio de Asuero, mientras el presidente se retiraba por una puerta, la policía ingresaba por otra y se llevaba preso al inventor del controvertido método.
Asuero, que no convalidó su título al llegar al país, fue acusado por la Sociedad de Medicina Legal y Toxicológica de la Asociación Médica Argentina de ejercer ilegalmente la medicina y llevado a juicio.
En junio de 1930 el tribunal lo encontró culpable del delito que se le imputaba y ordenó su prisión preventiva. Pero poco después de pagar fianza, volvió a su país.
Asueroterapia en Necochea
A pesar de la difusión del caso, meses después, llegó a Necochea el doctor Gómez Llueca, ayudante de Asuero, y comenzó a aplicar aquí la denominada "asueroterapia fisiológica".
Este médico de dudosa reputación, que había sido calificado como "hermosa traza de timador", era precedido por la fama que solventó el diario La Razón, que habilitó su sala de armas como consultorio para que aplicara allí el método de su maestro. Gómez Llueca atendió en ese lugar a 4.000 pacientes.
En nuestra ciudad Gómez Llueca obtuvo varios resultados poco menos que milagrosos, se desconoce si debido al poder de la sugestión nasal que la intervención tenía sobre los pacientes o si debido a una muy bien armada campaña de marketing.
Incluso varios médicos de renombre de la época fueron embaucados por Gómez Llueca y dieron testimonio de los beneficios de la práctica. Tal vez por esa razón, aquellas milagrosas curaciones pronto quedaron entre los malos recuerdos de la ciudad y fueron relegadas al olvido.
Bares por hospitales
Según la historia oficial, Asuero era en realidad otorrinonaringólogo y gozaba de buen concepto en Guipúzcoa. Su fama comenzó en 1929 a partir de un hecho fortuito. Un día su chofer le pidió que le hiciera unos "toques" para quitarle un molesto resfrío.
Asuero había comenzado a experimentar con unas intervenciones en las fosas nasales de sus pacientes mediante un cauterizador. Este procedimiento, al que el chofer hacía referencia como "toques", le habían dado muy buenos resultados al especialista.
El médico cumplió con el deseo del chofer, pero no obtuvo los resultados esperados. El resfrío no se le quitó, sin embargo le desapareció una afección lumbar que padecía desde hacía tiempo.
Asuero, que había leído sobre las experiencias de otros médicos con la reflexoterapia nasal, comienza a aplicar su sistema, que luego se llamaría asueroterapia, en sus pacientes y pronto obtiene un éxito inesperado.
Es así que se ve obligado a dejar su consultorio para comenzar a atender en el hotel Príncipe, en San Sebastián.
Según explica Agustín García Puga en el artículo "Charlatanismo médico: un caso paradigmático", al principio, "Asuero utilizaba un alambre en espiral calentado al rojo quemando brutalmente la mucosa nasal, posteriormente adoptó la utilización de estiletes".
Pronto se transformó en un personaje muy popular y parte de la prensa no especializada en temas médicos lo consagró como un héroe, mientras que otros medios se referían despectivamente a su método como "narizoterapia". Sin embargo las revistas científicas coincidieron en descalificarlo.
Pero Asuero era protegido de Primo de Rivera y su buena fama se mantuvo en la península hasta la caída del gobernante, a principios de 1930.
Esto obligó a Asuero a viajar hacia Italia. Pero antes de partir le comenta al rey: "Pronto cerrarán los hospitales y habrá en su lugar bares. ¡Y la vida será más feliz!". Luego viaja a Brasil y a Uruguay. Pero durante el viaje hacia Montevideo es insultado por los profesionales que viajan en el mismo barco.
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