Allá por 1935, cuando tenía 23 años, con un Dodge preparado por el mismo, Benedicto Campos hizo su debut como piloto en una carrera disputada en Benito Juárez. Si bien debió abandonar por problemas mecánicos, en aquella competencia se comenzó a forjar la leyenda de “Benedo”.
Según un artículo publicado 1972 en Ecos Diarios, con motivo del fallecimiento del legendario automovilista, aquel auto era modelo 1927 y pertenecía a don José Rumbo. Corrió como acompañante Guerino Menghini.
Poco tiempo después corrió en Balcarce con el mismo auto, pero con un motor Ford V4. Logró arribar peleando los primeros puestos.
Entonces Benedicto le compró a un tal Di Fiore de Lobería un Ford T que había pertenecido a la familia Gutiérrez Martínez de Hoz.
Acondicionó aquel viejo aparato y en 1938 participó en el premio “Playas de Necochea”, que ganó de punta a punta.
Como esa prueba era tradicional por entonces, decidió construir otro auto mejor para intervenir en la edición del año siguiente.
Cuentan que se puso a trabajar en una pieza del fondo de su casa y que al concluir con la preparación se dio cuenta de que no podría sacarlo de la edificación.
Junto a unos amigos debieron volcarlo para que pudiera pasar por la puerta.
“Con ese Ford T me cansé de ganar carreras. Fíjese que me invitaron a correr a Púan y Santa Rosa y cuando los demás corredores se enteraron dijeron que si yo corría, no corrían ellos”, comentó Benedicto Campos en un artículo escrito por Luis A. Gómez y publicado en una revista Corsa.
El inicio de la leyenda
En 1940 Campos adquirió una cupé Ford y acompañado por José Leoz participó en las “Mil Millas” del Avellaneda Automóvil Club.
Ganó la primera etapa en tiempo récord y finalmente ocupó una discreta posición en la clasificación general. Durante 1941 compitió con suerte variada.
La Segunda Guerra Mundial puso un paréntesis en la práctica del automovilismo deportivo y Campos recién pudo volver a correr a fines de 1946.
En Fuerza Limitada intervino en el Gran Premio Balneario Municipal, ganando una serie y siendo tercero en la final que se adjudicó el malogrado Edison Hortal.
Después triunfó en el Gran Premio Juan M. Garat, corrido en el Parque Independencia de Rosario, al entonces excepcional promedio de 82,145 kilómetros por hora. Además hizo un récord de vuelta de 85 kph.
Benedicto fue la atracción de las competencias disputadas en Ayacucho, Necochea, Dolores, Salto y otras ciudades.
Consiguió la segunda colocación en el premio Volante de Oro disputado en Arrecifes, para ganar en tiempo récord el premio Circuito Urbano Pradere, en Rojas, al comando de la llamativa y famosa “Betty”.
Por amor a Betty
Aquel legendario midget que Benedo llamó “La Betty”, en homenaje a su hija, fue adquirido en un taller de la Capital Federal y parecía estar destinado a ser parte de la vida del corredor.
Benedicto había vendido aquel vehículo poco después, pero en 1946 lo volvió a comprar y logró grandes triunfos en midgets.
Cuando en 1949, cuando Campos emprendió la aventura en Europa, vendió a La Betty en Bahía Blanca.
Pero años después un grupo de amigos le lo compró el auto al tresarroyense Segundo Taraborelli en 40.000 pesos y volvió a traerlo a Necochea.
Con aquel auto corrió la Vuelta Sierra de la Ventana y compitió en el Gran Premio Intenacional a Chile, aunque su mejor performarnce la cumplió en el Gran Premio Ciudad de Coronel Pringles, en el que ganó la primera etapa y en la final, cuando llevaba notoria ventaja sobre Frangio, Oscar Gálvez, Julio Devoto, José Cordonier, Pablo Gulle y Ernesto Marimón, volvió y vio frustrada una victoria que parecía asegurada.
En Europa
Gracias a esa gran campaña, los dirigentes del automovilismo nacional lo convocaron junto a Juan Manuel Fangio para representar a la Argentina en los principales escenarios de Europa.
Si bien no ganó ninguna carera, en Marsella, al comando de un Simca, se impuso en una serie a Maurice Trintignant después de luchar rueda a rueda en las vueltas finales.
La suerte no estuvo del lado de Campos. En Reims cortó el cigüeñal cuando iba en punta, a una importancia distancia de Villoresi y Fangio.
En Monza, marchando detrás de Alberto Ascari, se cortó una biela del motor de su Maserati y tuvo que abandonar.
Albi, Pau, Perpiñan, Spa y otros circuitos europeos supieron del paso del piloto quequenense.
Benedo prepara sus propios autos y se las ingeniaba para estar siempre entre los primeros puestos.
Contra todos
En el año 1950 Benedicto Campos quiere intervenir en la temporada internacional, pero es boicoteado por cuestiones políticas. Una interminable serie de cuestiones burocráticas le impiden competir, a pesar de que era considerado uno de los mejores pilotos del país.
En una entrevista Benedo explicó años después: “Yo no le dedicaba el triunfo a nadie y tampoco tenía preferencias por ninguno. Entonces era contra. Lo único que quería era correr en igualdad con los demás y demostrarle a los extranjeros lo que podíamos hacer los argentinos”.
No obstante, corrió en Rosario y después de pelear los primeros puestos con Villoresi, Farina, Sascari, Fangio e inclusive José Froilán González, logró clasificarse segundo, detrás de Luiggi Villoresi.
Algunas carreras después, Campos conquistaba el campeonato de Coches Especiales.
El último viaje
Tras retirarse del automovilismo Benedicto Campos montó la empresa Agro Rural Betty y tenía varias máquinas cosechadoras que alquilaba a terceros. Esto lo obligaba a recorrer grandes distancias con una pick up Peugeot.
Paradójicamente, Campos falleció mientras conducía. El último viaje de Benedo comenzó a las 2 de la madrugada del 8 de febrero de 1972.
Campos, en compañía de su hija Betty y otros familiares, partieron desde Quequén hacia la ciudad de La Plata en auto.
Mientras conducía, a la altura de Chascomús, Campos sufrió un infarto y su hija Betty logró controlar el volante y detener el vehículo.
A pesar del paso de los años, aún permanece el asombro de la gente ante la dimensión de este enorme piloto. Hoy una avenida de Quequén lleva su nombre. Precisamente en esa calle donde vivió, se construye un gran monumento para recordarlo.
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