Betty
Los desafíos han marcado la vocación de Betty. El primero debió enfrentarlo poco después de obtener su título de docente, cuando le ofrecieron hacerse cargo de una guardería, en su pueblo natal: Juan N. Fernández.
Se había recibido de maestra normal nacional en el año 1964 y al año siguiente le preguntaron si se animaba a hacerse cargo de la recién formada guardería de la Escuela Nº 14.
En el año y medio que duró esa experiencia, descubrió que ese era el ámbito en el que le gustaba trabajar. Pero poco después la guardería fue oficializada y se convirtió en el Jardín 905, el primero de Juan N. Fernández.
Entonces, como Betty no tenía título de maestra de nivel inicial, debió dejar su querido jardincito. “Fue algo que me dolió muchísimo”, explicó.
A pesar de que empezó a trabajar como maestra normal en la Escuela Nº 17 de Claraz y también se desempeñó en la Escuela 14 de su pueblo, siempre pensaba en volver a trabajar como maestra jardinera: “Algo tengo que hacer porque me gustó mucho”, se decía.
Y la oportunidad no tardó en llegar, porque en el año 1970 la inspectora de Nivel Inicial, Isidora de Vega, le llamó para preguntarle si quería hacerse cargo de la dirección del Jardín 905.
Si bien no tenía título de maestra jardinera, era la única en la localidad que tenía antecedentes y por lo tanto le dieron el cargo.
Sin embargo, aquella experiencia tampoco duró mucho, porque Gloria “Betty” Argüello se casó a fines de 1970 y ella y su esposo dejaron Juan N. Fernández.

La preceptora
Después de vivir en Barker y en Tandil, “Betty” y su familia (ya tenía un hijo y una hija), se instalaron en Quequén. Así fue como en 1973, vio la posibilidad de estudiar la carrera de maestra jardinera en el Instituto de Formación Docente de nuestra ciudad.
Fue una época difícil para ella, ya que viajaba todos los días a Claraz, a dar clases y por la tarde concurría al Instituto, por lo que no podía ver a sus hijos durante gran parte del día.
Luego de dos años, cuando se recibió, dejó de ejercer como maestra normal para poder estar más tiempo con su familia.
Pero la oportunidad de trabajar en un jardín tardó en llegar. Si bien en el 79 tuvo un ofrecimiento de titularizar en Claraz o Ramón Santamarina, no lo hizo, para no tener que volver a viajar.
“En el 80 me vuelven a llamar para titularizar y obtengo el cargo de preceptora en el Jardín 907 de Ramón Santamarina, donde trabajé dos años”, explicó.
Cuando finalmente la trasladaron al Jardín 908 de Quequén, Betty pensó que al fin iba a estar cómoda, ya que la institución funcionaba dentro de la Escuela Nº 31, donde concurrían sus dos hijos.
Pero el tiempo pasaba y Gloria seguía de preceptora, a pesar de que se sentía cómoda ya casi tenía 40 años. Hasta que la directora del jardín, Elba Forte de Lombardi y la vicedirectora, Rosario Cuñado, la llamaron y le dijeron: “Vos no podés seguir siendo preceptora con el título que tenés. Debés pedir ascenso de categoría”.

Un nuevo desafío
Fue allí cuando Betty debió hacer frente a un nuevo desafío. Si bien se sentía cómoda como preceptora y pensaba que ya no tenía edad ni paciencia para estar al frente de una sala, aceptó a regañadientes y pidió el ascenso.
En un principio la designación no salió, lo que para Betty fue un alivio, pero al año siguiente pasó a ser maestra de la sala de 4 años. “Me muero. ¿Y ahora qué hago?”, fue lo primero que pensó Betty.
Sin embargo, se equivocó y la experiencia significó un nuevo cambio en su carrera. “Te juro que rejuvenecí. Fue lo más lindo que me pasó en la vida”, recordó Gloria.
Durante los años 87 y 88 trabajó con gran satisfacción, pero a principios de 1989, cuando volvía de sus vacaciones, la directora y la vicedirectora del jardín volvieron a llamarla para enfrentarla a otro desafío.
“¿Por qué no te presentás a. concurso de directora de tercera?”, le preguntaron. “¿Para qué, si estoy bien?”, fue la apurada respuesta de Gloria.
Sin embargo, no aceptaron un no por respuesta. Rosario la subió a su Fitito rojo y la llevó a la secretaría de Educación Inicial para inscribirla en el examen. Por curiosidad, Betty preguntó cuándo era la prueba y la respuesta que recibió la puso otra vez en una situación incómoda: “Mañana”, le dijeron.

El Jardín 911
El 5 de abril de 1989 Betty Argüello, tras obtener un 10 en el examen de directora de tercera y luego de que la otra postulante decidiera no aceptar el cargo, fue designada al frente del Jardín 911.
En esos años el jardín funcionaba en un aula de la Escuela 35, en la zona portuaria de nuestra ciudad y las condiciones laborales con las que se encontró estaban en las antípodas de su salita de 4 del Jardín 908.
El jardín del puerto tenía en ese momento 20 alumnos y Betty debía cumplir el rol de maestra jardinera y directora. No tenía porteros ni auxiliares y su única ayuda era Marta, la preceptora, que tampoco era titular.
Fueron tiempos difíciles, ya que por su condición de única docente titular del establecimiento, Betty ni siquiera podía concurrir a las reuniones del área. Pero dispuesta a no bajar los brazos, a los pocos meses consiguió la ampliación de planta y poco después logró que designaran a otra maestra titular.
Con el tiempo y el apoyo incondicional de los padres, el jardín se trasladó a una casa de la calle 30. Sin embargo, el edificio se encontraba casi en ruinas y sólo con el trabajo desinteresado de la comunidad educativa se pudo poner en condiciones.
Fue entonces cuando los organizadores de la Fiesta Tuerca, un evento realizado por periodistas deportivos vinculados al automovilismo, les propusieron realizar una cena a beneficio del jardín.
Fue un verdadero éxito y recaudaron todo lo necesario para instalar techos nuevos, pintar y colocar nuevas aberturas. Pero la alegría duró poco, ya que poco después debieron volver a trasladarse.
A Betty entonces le dijeron que los fondos para construir el jardín estaban, pero que no se contaba con un terreno, por lo que le pidieron que consiguiera un lote adecuado y una casa para alquilar, donde funcionaria el establecimiento hasta la finalización de la obra. Nuevamente la ayuda de padres y abuelos fueron fundamentales.
La institución funcionó durante algunos años en una vivienda de la calle 38 y 61, hasta que en 2008 finalmente el edificio del Jardín 911, en la calle 30, estuvo finalizado.
Durante el ciclo lectivo que culmina, Betty cumplió 25 años al frente del Jardín 911 y posiblemente el año que viene se retire, pero por ahora ella prefiere no hablar de ello. Ese será un nuevo desafío. (Artículo publicado en Ecos Diarios)


La señorita
y la política
Hace unos años Gloria “Betty” Argüello concurrió a la conferencia de un joven que había sido alumno suyo en el Jardín de Infantes de Ramón Santamarina. A pesar de que el conferenciante era ya un hombre y había viajado por el mundo, al ver a Betty dijo emocionado: “Mi señorita del jardín”.
Para ella ese es uno de los más grandes reconocimientos que alguien puede hacerle. Y cada año se deleita al ver llegar al jardín a algunos ex alumnos con sus hijos.
Asegura que su trabajo le ha dado grandes satisfacciones y por eso le ha dedicado gran parte de su vida.
También ha incursionado en la política. Gloria fue consejera escolar y en su rol de presidenta de la comisión de servicio alimentario tuvo oportunidad de discutir con el mismísimo ministro de Educación.
La política también la llevó a ser concejal por la UCR, cargo que cumplió hasta hace unos días.
Si bien considera que la política y la educación inicial no son muy compatibles, dice que son dos formas diferentes de trabajar por la comunidad.

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