El 18 de enero de 1960, comenzaban las tareas para mover al buque Tara, que se encontraba encallado en la playa de Quequén. En plena temporada, gran número de turistas y vecinos de Necochea y Quequén se habían acercado hasta Pinocho para ver los trabajos realizados en el carguero.
Con tres bombas comenzaron los trabajos para achicar el agua que había ingresado en las bodegas del buque. El objetivo era hacerlo flotar y que el remolcador Vencedor pudiera arrastrarlo hacia alta mar.
El buque se encontraba encallado en ese lugar desde el 24 de diciembre de 1959 y debieron pasar meses para pudiera ser reflotado.
En ese lapso, se convirtió una postal característica de la ciudad. Era habitual ver a gente que se acercaba hasta la costa para sacarse una foto con el buque de fondo.
Deriva
La historia de este buque estuvo marcada por las desventuras. Había sido construido en los astilleros Ateliers et Chantiers de la Loire, en Francia.
Tenía 153 metros de largo y 18,20 de manga, cinco bodegas y comodidad para 49 tripulantes.
No se sabe con precisión cuando fue botado, pero inmediatamente fue incautado por Alemania, que había invadido Francia.
En 1944 fue transferido a la sociedad alemana Unterweser Rederei y rebautizado Zeilsheim.
Un año después, al finalizar la guerra, lo entregaron al gobierno francés, que lo nombró Commandant Gabriel Guena.
En 1948 fue vendido a Louis Dreyfuss & Cie, de Saint Nazaire, y volvió a cambiar de nombre, pasó a llamarse Charles L. D.
Sin embargo, en 1959, cambió una vez más de dueño y fue adquirido por Yugoslav Ocean Line, que lo rebautizó Tara.
A fines de ese mismo año, el buque que llegó a Puerto Quequén para cargar trigo y transportarlo a Holanda. Sin embargo, la mala fortuna volvió cruzarse y cuando el buque se encontraba fondeado en nuestra estación marítima, una fuerte ráfaga de viento rompió las amarras y lo dejó al garete.
La nave fue arrastrada por las aguas y tras salir de la protección del puerto, fue empujada hacia la costa.
Los más memoriosos habitantes de Quequén aún recuerdan cuando el Tara encalló en el fondo rocoso, frente a la Colonia Pinocho, y en un intento de zafar de la varadura rompió la hélice.
El rescate
Las operaciones iniciadas el 18 de enero de 1960 se extendieron más de lo esperado y en más de una ocasión se pensó en abandonar la tarea ante la imposibilidad de reflotar la nave y sacarla a mar abierto.
El 20 de enero, Ecos Diarios informaba que existían esperanzas de rescatar muy pronto el buque. “El remolcador ‘Vencedor’ llamado a tener parte descollante en la tentativa, salió de su amarradero de la dársena de ultramar del Puerto Quequén, a las 7.30. Al llegar al costado del Tara, uno de los cabos que previamente habían sido sujetos a la popa del carguero, fue atado al tronco de enganche del remolcador. En el momento en que la marea se acercaba al máximo (3,20 metros), entre las 10 y las 11 horas, el ‘Vencedor’ empezó a tirar, mientras desde la cubierta del Tara se cobraban los otros cabos que estaban fondeados con anclas a doscientos metros de distancia del buque”, señalaba la nota.
Estas tareas dieron por resultado que el barco yugoeslavo se moviera unos 4 o 5 metros hacia el mar. Sin embargo, “cuando dichos trabajos se realizaban la marejada enganchó el cabo a la hélice del ‘Vencedor’, debiendo suspenderse la operación”.
El ‘Legador’, remolcador de Puerto Quequén, estuvo atento a las maniobras, listo para colaborar si era necesario, pero el ‘Vencedor’ logró desembarazarse del obstáculo.
El artículo informaba que las bodegas del barco estaban vacías y que no presentaban grietas de importancia, por lo que se esperaba tener éxito al día siguiente.
Y así fue, ya que en la jornada siguiente se logró mover al buque varado unos 15 metros de su posición. En días siguientes se avanzaron varios metros más, pero poco después las perspectivas cambiaron.
Los peritos no tardaron en concluir que la situación no era satisfactoria y se comenzó a considerar ofertas de interesados en comprar el buque en el estado en que se encontraba. “La marea no favorece actualmente y hasta la primera quincena del mes próximo no habrá registros de pleamar”, señalaba una nota publicada por Ecos Diarios el domingo 24 de enero.
Días después se comenzó a especular con la posibilidad de que el buque hubiera sido vendido a la Flota Argentina de Navegación de Ultramar (FANU). El miércoles 27 un artículo informaba que “las actividades se redujeron a la provisión de agua potable, para abastecer a la tripulación del carguero. Las tareas estuvieron a cargo de una dotación de bomberos compuesta de cuatro hombres, al mando del suboficial principal Carlos Vicente Díaz y utilizándose para esos trabajos dos autobombas”.
En febrero, parte de la tripulación fue desembarcada y en marzo se reiniciaron las tareas para reflotar el buque, aunque esta vez a cargo de personal embarcado de la FANU, que había adquirido la nave.
De acuerdo a un artículo aparecido el 12 de marzo, se había logrado un “adelanto notorio, pues el ultramarino yugoeslavo, que originalmente se hallaba en línea paralela a la costa, encuéntrase ahora con la proa hacia el mar, faltando muy poco trecho para que quede directamente enfilado al mismo. Además, el buque está distancia unos 35 metros de la lengua de agua, en las situaciones de marea baja”.
La suerte echada
El 2 de abril finalmente el buque zafó de su varadura y poco después fue incorporado a la FADU. Además se lo rebautizó Presidente Castillo.
La Flota había sido creada por el yugoeslavo Nicolás Mihanovich a fines del Siglo XIX y en 1907, cuando el fundador se retiró de los negocios, quedó a cargo de Alberto Dodero. En su momento FADU llegó a transportar el 40% de las exportaciones de trigo a Brasil.
Pero en 1960, el mismo año que incorporó al Tara a la flota, la FANU se fusionó con la Flota Mercante del Estado (FME) para formar la Empresa Líneas Marítimas Argentinas (ELMA). Con el tiempo, el Presidente Castillo fue desguazado.
Artículo publicado en Ecos Diarios de Necochea
Interesante historia, Juan. Dicen los hombres de mar que es mala suerte cambiarle el nombre a un buque...
ردحذفAbrazo.
No resultó afortunado el llamarlo con un nombre catastŕófico: Tara.
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