El 25 de mayo 1906 comenzó a funcionar en nuestra ciudad el primer “biógrafo”. El cine llegó a nuestra ciudad por iniciativa de un ciudadano francés Pedro Lafourcade.
Habían pasado apenas diez años desde que los hermanos Lumiére realizaran la primera proyección cinematográfica en la ciudad de París. Eran años en que el cine no tenía sonidos, pero ya se había convertido en una industria.
En sus primeros años, el cine fue considerado una atracción menor. Las primeras películas eran imágenes documentales, como aquellas en las que un tren parecía abalanzarse sobre los espectadores.
Pero cuando Lafourcade inauguró el primer “biógrafo” en la ciudad, el cine estaba relativamente desarrollado, tanto en su contenido como en su técnica. Según quedó registrado en la historia local, las primeras películas que se proyectaron fueron “Cinco centavos de puerros” y “Los perros contrabandistas”.
Aunque la sala de Lafourcade no era precisamente no que hoy podría entenderse como cine, sino un café que se convertía en cinematógrafo. Se llamó “París”, igual que el cine teatro que 17 años más tarde inauguraría el francés en la avenida Alsina, hoy 59.
Por aquella época el bar Moderno también contaba con un cinematógrafo.
Debió pasar una década para que el 10 de enero de 1914 se inaugurara en la avenida 2 el primer casino, que contó con su propio cine.
La Edad de Oro
En la década del '20 se produjo una primera época de furor del cine en nuestra ciudad, que en aquellos años era un pueblo cuyo número de habitantes era apenas superior a los 10.000 habitantes.
Por aquellos años, Lafourcade fue propietario del primero de los Ocean, inaugurado en 1924 en la Villa balnearia. Existen datos que, no han podido ser confirmados, de que en aquellos años también funcionó un cine en Quequén.
En abril de 1931, el Ocean Cine, anunciaba “la maravilla de las maravillas: La Canción del Vagabundo, sonora, hablada y cantada”.
Pero el único de los cines construidos en las primeras décadas del siglo pasado que aún sigue en pie es el Cine Teatro París, fundado por el mismo Lafourcade el 23 de mayo de 1931. Más de mil personas concurrieron a la inauguración del "Palacio del Cine”.
La cartelera anunciaba “Las Vampiros de Broadway” en “diez largos actos”. La película era sonora y en colores.
Pocos días después, se estrenaba “Angeles del Infierno”, con Ben Lyon, James Hall y Jean Harlow. Era promocionada como “La película más grande de todos los tiempos”.
Debieron pasar casi diez años para que se inaugurara otro cine en el centro de la ciudad: el Atlantic, que comenzó a funcionar en 1942, en un elegante edificio de calle 62 entre 59 y 61.
A fines de la década del 40 también funcionó en Quequén un cinematógrafo en el Club Ministerio. Se llamaba Cine Quequén. El 6 de enero de 1951, el año en que llegó la televisión al país, reabrió sus puertas el cine Casino, en el antiguo edificio del Casino de la Sociedad de Fomento.
Allí comenzaría la decadencia de aquella época de oro, pero también comenzaría otra, que estuvo signada por los apellidos dos familias que durante años fueron sinónimo de cine en nuestra ciudad y en la región.
Los Fernández y los Boga
El Cine Gran Sud, cuyo edificio fue rematado hace unos días, fue inaugurado el sábado 7 de julio de 1951 y el acto constituyó un auténtico acontecimiento. La sala tenía una capacidad para 1.600 personas.
La empresa que llevó adelante el proyecto estaba integrada por Dositeo Fernández, Ramón Boga y el ingeniero Justino Tersoglio. Los dos primeros formaban desde hacía décadas una sociedad dedicada a la explotación de salas cinematográficas.
Con la idea de construir en la ciudad una sala que tuviera las características de los mejores cines existentes en el país, fue que emprendieron la obra en pleno centro de la ciudad.
El cine fue inaugurado con la proyección de la película “Cosas de mujeres”, con Zully Moreno y Angel Magaña.
Sin embargo, un año más tarde de la inauguración del cine, Dositeo Fernández falleció y debió hacerse cargo de la empresa su hijo Roberto Dositeo Fernández, de 19 años de edad.
Dotado del mismo espíritu progresista que su padre, “Tito” Fernández encaró la construcción de otra moderna sala en la Villa balnearia: el Cine Gran Ocean.
Esta sala fue inaugurada el 8 de enero de 1957.
Poco después, se sumaba a la sociedad Juan José Valdettaro y el grupo expandía su operatoria, al adquirir la explotación de las salas que hasta ese momento estaban a cargo de la empresa de Alfredo Sanz: el Cine Teatro París, el Atlantic y el Gran Playa (inaugurado en 1958).
La empresa “Fernández Boga S.A”, a la que también se sumó Ramón Boga hijo, llegó a explotar salas en Tandil y Bahía Blanca y amplió sus actividades comerciales con la distribución de películas nacionales y extranjeras en la zona sur de la Argentina.
Pronto, también contrataron la sala del Auditórium Casino y las de la Galería de los Teatros, el Piso de Deportes del Club Rivadavia, el Teatro Plaza y otros recientos aptos para ofrecer espectáculos.
El prestigio de la firma ante los sellos productores, permitió que dos películas se filmaran en Necochea en aquellos años: “Los Mochileros”, que significó el debut cinematográfico de Susana Jiménez, y “Gitano”, con Sandro y Soledad Silveyra.
Regreso a la sala oscura
Años más tarde, tras perder gran cantidad de espectadores con la televisión y luego con la aparición del videocasete, la mayoría de los cines locales fueron desapareciendo. El Gran Sud se convirtió en una sala de bingo y el Atlantic en una casa de venta de electrodomésticos.
Del Gran Sud queda el edificio y el cartel. El Atlantic prácticamente ha desaparecido bajo una nueva fachada. Corrió la misma suerte el Gran Playa, que se convirtió en una discoteque que durante años se promocionó como la única de la ciudad con el piso en pendiente.
Pero cuando hacía pensar que el cine desaparecería de nuestra ciudad, como desapareció de un gran número de ciudades del interior, resurgió adaptado a los nuevos tiempos. El Ocean se convirtió en un complejo de cine y también se construyeron las tres salas del Cinema, en 58 y 75.
El París, el Palacio del Cine creado por Lafourcade en 1931, fue remozado y actualmente se encuentra impecable, sin embargo, ha dejado de ser una sala cinematográfica, como la soñó aquel francés que hace un siglo proyectó en la ciudad dos películas hoy olvidadas: “Cinco centavos de puerros” y “Los perros contrabandistas”.
إرسال تعليق